Por Augusto Álvarez
El 24 del noveno mes es una fecha religiosa, y ese septiembre, 50 años atrás, agentes policiales ejecutaron al ingeniero Amín Abel Hasbun.
Quizás el no tenía la misma formación religiosa que su ejecutores, que alegadamente eran devotos de la Virgen de Las Mercedes.
La esposa estaba con el revolucionario y aferrada a ella, un futuro de luz que gradualmente escuchó alguna historia de su padre.
A pesar del tiempo, Amín sigue siendo un ejemplarizante recuerdo para unos, así como una horrorosa pesadilla para los ejecutores, gradualmente extinguidos.
Los agentes policiales sabían lo que tenían que hacer, era el momento de ofrecer un pasaje de despedida a un revolucionario a la necrópolis, como se estiló durante los gobiernos de Joaquín Balaguer.
Desde cuándo el ingeniero Amín Abel Hasbun estuvo en la mira de quienes siempre han tenido licencia para cegar vida.
Se trata de un escenario en donde únicamente cambian los personajes, antes el fiscal actuante fue Tucidides Martínez, aunque el nombre de la autoridad ¿tendría ahora algún significado especial?
El ejemplo de Amín Abel Hasbun estuvo un tiempo rondando entre nos, pues al caer con apena 28 años, su legado, él pensó estaría en manos temblorosas por el peso del tiempo.
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