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Gran parte de los conflictos que se producen entre las patrullas policiales y la ciudadanía, para el cumplimiento del toque de queda, se debe a la irresponsabilidad de los comandantes de dichas patrullas.
Ello así porque los oficiales que son colocados al frente de las patrullas nunca salen de sus vehículos respectivos para conversar con los ciudadanos en conflictos con sus subordinados. Mientras los policías van a discutir con las personas, sus comandantes, que como jefes de patrulla son los que deben estar al frente de los operativos, se quedan dentro de la camioneta policial mientras sus
subalterno cometen acciones indeseables contra la ciudadanía, sin que nadie los controle o los dirija. Cada policia no debe tener la autonomía para comportarse de manera autónoma en cada operativo. Así insulta, golpea, ofende al ciudadano, como si fuera un poder aparte, y el jefe dela patrulla no dice nada Otro sería el resultado si donde se presenta un conflicto, en lugar de una patrulla, violenta y desordenada, llega un oficial, tranquilo, aunque enérgico, y le dice a los ciudadanos en conflicto cuál es el problema. Pero no ocurre así, la patrulla llega violenta, sin mediar palabra, sin establecer responsabilidades, agarra al primero que encuentra y trata de meterlo en la camioneta sin explicarle nada. No importa si es mujer, si está semidesnuda, si es un anciano, un niño, o un adolescente o un discapacitado.
La patrulla se convierte en una especie de caníbales. De pronto consideran que los ciudadanos son terroristas, guerrilleros, gente peligrosa. Olvidan que su labor es humanitaria. Una obra de amor al ciudadano al que procuran evitar que se contagie en las calles y en las aglomeraciones. Esa es la idea del toque de queda. Sus violadores no son delincuentes peligrosos a los que hay que atrapar con violencia y sin ninguna consideración.
