Se sabía que iba a pasar… y pasó: Jet Set fue una sentencia de muerte"
Por Diego Torres
Santo Domingo RD..En la República Dominicana, la desigualdad no solo se mide en recursos, sino también en el valor que se le da a la vida según el lugar donde uno nace o la fama que tenga. La tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set ha destapado una verdad dolorosa: muchas veces, las autoridades saben, callan y permiten.
Decenas de personas murieron allí. Personas que, sin saberlo, pagaron su entrada no para disfrutar una noche de música, sino para que los asesinaran. Porque sí, lo que ocurrió en Jet Set fue un asesinato masivo provocado por la negligencia, la corrupción y la indiferencia. Esa discoteca tenía múltiples informes que advertían que no estaba en condiciones de seguir operando, y aún así, seguía abierta. ¿Dónde estaba la Alcaldía del Distrito Nacional? ¿Dónde estaban los ingenieros que certifican estructuras? ¿Dónde estaba el COE, que supuestamente vela por la seguridad ciudadana? ¿Dónde estaba la Ministra de Interior y Policía, Faride Raful, que no ordenó el cierre inmediato?
Mientras en sectores humildes como San Luis, San Antonio de Guerra, Bayaguana o cualquier barrio pobre del país se cierran pequeños colmaditos por tener una bocina alta, en Jet Set, con decenas de denuncias de los vecinos, se permitía operar con total impunidad. ¿Por qué? ¿Por ser un lugar de “élite”? ¿Por estar en una zona donde el poder económico manda?
Lo más indignante es que ahora, los medios se apresuran a decir que fue el techo, que fue una bocina, que fue un accidente. Pero hay versiones —como la de la hija del propio Ruby Pérez— que hablan de una explosión. ¿Qué pasó realmente? ¿Fue un derrumbe por negligencia o una bomba? La respuesta solo la dará una investigación profunda, seria y sin influencias. Aunque en este país, cuando se trata de proteger nombres importantes, pocas veces se llega a la verdad.
Y en medio de todo, nos queda la indignación por la muerte de un grande: Ruby Pérez. Un artista que venía de un barrio humilde de Jaina. Un hombre que lo dio todo por su música, por su país, y que en vida nunca fue valorado como merecía. Nunca se le otorgó un Grammy, nunca se le reconoció a nivel estatal como se reconoce a otros que nacen en cunas de oro. Hoy, después de su muerte, es que lo recuerdan, lo publican, lo lloran. Pero Ruby no necesitaba homenajes póstumos, necesitaba apoyo en vida.
Las familias de los fallecidos están hoy desamparadas. Hijos huérfanos, esposas viudas, padres con el corazón roto. ¿Quién responderá por ellos? ¿Quién les dará justicia y sustento? ¿Quién tendrá el valor de poner un alto a esta cadena de complicidad y desinterés?
Es tiempo de que alguien pague, y no hablamos de dinero, hablamos de justicia. Porque si no se castiga a los responsables de esta tragedia, mañana ocurrirá otra, y volveremos a llorar como hoy.
Ruby Pérez y los demás no murieron por mala suerte: fueron víctimas de un sistema podrido, donde el poder vale más que la vida.