Por Diego torres
San Luis.. fue, en tiempos no tan lejanos, un pueblo próspero, tranquilo y productivo. Tenía su propio ingenio azucarero, generaba empleo y mantenía una vida comunitaria en paz. Sin embargo, todo eso se fue desmoronando cuando ciertas personas, durante gobiernos pasados, especialmente en el llamado “gobierno morado”, se dedicaron a vender las tierras del Consejo Estatal del Azúcar. Tierras que pertenecían al pueblo, que producían riqueza y alimento, fueron vendidas en silencio. Hoy, San Luis vive en la ruina y nadie menciona con nombre y apellido a los responsables.
Mientras tanto, San Isidro, que contaba con la presencia de la Fuerza Aérea y el Ejército, ha crecido. Allí se han desarrollado negocios como reposterías, pizzerías, centros de internet, supermercados modernos, almacenes y comercios con precios más bajos que en San Luis. La comunidad de San Isidro se organiza, se une, lucha por sus calles, sus servicios y su gente. Hay abogados, empresarios, militares, choferes, amas de casa... tienen de todo. En cambio, en San Luis, los comunitarios se matan entre ellos, la desorganización reina y nadie defiende el bien común.
San Luis no solo perdió su ingenio, también perdió su historia y su dignidad. Tenía su lutaguino, su bastón vale, carreta de bueyes para recoger la basura, y numerosos conucos que abastecían el mercado frente a la placita. Hoy, todo eso quedó en el olvido. Nadie habla de quién vendió la tierra del ingenio Ozama ni de los que recibieron el dinero de espaldas al pueblo.
¿Qué pasó con la tierra del cementerio que le pertenece a San Luis? ¿Quién vendió los terrenos en La Colonial, donde está la laguna de La Barsa, y que hoy se inundan cada vez que llueve? ¿Quién autorizó lanzar polvillo tóxico sobre barrios como El Indio, La Colonial y Los Prados? ¿Quién vendió los terrenos en La Rusa, al lado del vertedero, sin títulos, y por qué no se ayuda a las familias que fueron llevadas allí?
La comunidad de Reforma del Cabrito, que también pertenece a San Luis, tiene calles limpias, parques organizados, áreas deportivas y cero conflictos. Eso demuestra que donde hay educación, organización y respeto, hay desarrollo. No se trata de discriminar a nadie en San Luis, sino de decir la verdad: fueron dos o tres personas quienes traicionaron al pueblo vendiendo las tierras, y hasta hoy, nadie los menciona.
Es hora de que los comunitarios despierten, pregunten, exijan respuestas y reclamen lo que les pertenece por derecho y por historia.