Abogada Yoselin Vargas habla sobre Jesu Cristo

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Por Yoselin Varga

Santo Domingo Este.- Evangelio.- Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo: “Me voy a pescar”. Ellos contestaron: “Nosotros también vamos contigo”. Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que fuera él. Jesús les preguntó: “Muchachos, ¿no habéis pescado nada?”. “Nada” -le contestaron. Jesús les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis”. Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. 

Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra encontraron un fuego encendido, con un pez encima, y pan. Jesús les dijo: “Traed algunos peces de los que acabáis de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Venid a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado."

Comentario:

Es tras una pesca inútil cuando Él se les aparece y, al principio, como sucede siempre, no le reconocen. El Maestro anónimo les invita a echar de nuevo la red, es decir, a seguir apostando, a no claudicar, a repetir lo que habían estado haciendo, sí, pero con renovada confianza. La red se llena de peces: la esterilidad se trastoca en fecundidad. Esta transformación, esta insólita abundancia es el signo que permite que la Vida sea reconocida. “¡Es el Señor!”, exclama Pedro. Este descubrimiento es lo que impulsa a Pedro a dejar la seguridad de la barca y a lanzarse al agua. El coraje para la aventura, el abandono de lo conocido, sólo se hacen posibles cuando hemos intuido dónde está la verdadera vida.

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