En estos días, la sociedad dominicana fue estremecida por sucesos violentos, degradantes de la dignidad humana, de las buenas costumbres y de la sana socialización. El caso, por ejemplo, del brutal asesinato de Emely Peguero nos abrumó a todos. Sucedió lo mismo con las otras jovencitas asesinadas en Fantino y Nigua.
La anomia y crisis moral que vive la República Dominicana es multifactorial. Pero un elemento central que en gran medida puede explicar la etiología del problema, es que los dominicanos hemos abdicado del deber, esa categoría fundamental que bien describe el ínclito pedagogo Eugenio María de Hostos.
Hoy la familia dominicana es sacudida por una gran crisis y poco hacemos para reenfocarla hacia sus nobles propósitos. Asimismo, la república padece una inversión de valores que desdibuja los perfiles de nuestra socialización.
Las tres armas para combatir la crisis social en República Dominicana son:
1.producir una redistribución de las riquezas nacionales,
2.reenfocar la educación y
3.la implementación cabal de un régimen de consecuencias para aquellos que se alejen del cumplimiento de la norma.
Tenemos una Constitución progresista, que dice otorgar infinitos derechos, pero todavía la concreción de estas prerrogativas es limitada. Esos tres elementos son la asignatura pendiente para la consolidación del estado social y democrático de derecho.