La burguesía no te muestra delicadeza

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 Por Diego Torres La lágrimas no dan poder. El poder  no derrama lágrimas”, dice Engels a quienes   reclaman bondad, dulzura, y demás almíbares reparadores efímeros: no vanos sino poco prácticos de cara a la perversidad del Poder. “La burguesía no te muestra delicadeza, y no la vencerás con amabilidad”, asegura a una multitud ávida de cambios no violentos y no, como son, rudos, al modo habitual del eterno viejo/nuevo orden mundial, siempre tan pomposo como etéreo. Cuando surge el cori/feo Todos los hombres son hermanos, pregunta: “¿La burguesía y los obreros son hermanos?”. Ante el obvio: “No”, la masa entra en receso verbal: “Son enemigos”, agrega. Hay que saber por qué se han reunido: si por una idea abstracta; una razón sentimental; o un objetivo concreto. “El antagonismo entre el proletariado y la burguesía solo puede conducir a una revolución total y mientras existan clases sociales la última palabra de la ciencia social siempre será, como dijo George Sand, la lucha o la muerte. La lucha sangrienta o la nada”. Una frase resume lo que no solo ha sido la I Revolución Industrial, Vapor/Fábricas textiles, sino las otras tres (II: Carbón/Hierro/Acero; III: Microelectrónica; IV: IA): “La revolución industrial de hoy ha creado la esclavitud moderna”, lo cual indica que ya son cuatro o igual una sola que no ha cambiado para nada el orden-natural-más-bien-artificial de las cosas: gatopardismo puro. El de la eterna petición de cambio, el que pregona que todo cambie para que todo siga igual.

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