El Alcalde César Rojas del Guerra quiere que el pájaro negro se lleve a los cristianos de su pueblo y a los católicos
La noche del jueves se desató el caos en San Antonio de Guerra durante las festividades patronales, eventos auspiciados por el alcalde César Rojas. En medio de la celebración, un tiroteo estalló sin que ninguna autoridad, incluyendo la policía municipal, interviniera para controlar la situación. Testigos reportaron una escena de pandemonio con botellas volando y piedras lanzadas, dejando a los residentes a merced de la violencia desenfrenada. Los hospitales locales rápidamente se llenaron de heridos, exacerbando la crisis en la tranquila comunidad.Las tensiones se intensificaron cuando César Rojas culpó públicamente al pueblo de Guerra y a la iglesia católica por los disturbios. En un discurso lleno de reproches y acusaciones, el alcalde perdedor de las recientes elecciones locales arremetió contra los ciudadanos y los líderes religiosos, despotricando con furia por lo que describió como una traición masiva en su contra. Rojas, quien fracasó en demostrar su apoyo entre los votantes locales, ahora arroja maldiciones hacia la comunidad cristiana, exacerbando aún más la división en la ya convulsa ciudad.
El incidente ha dejado a San Antonio de Guerra sumida en un estado de incertidumbre y temor. Con la violencia callejera desatada y la falta de respuesta de las autoridades, los residentes se preguntan qué pasos tomarán ahora para restaurar la calma y la seguridad en su comunidad. Mientras tanto, la controversia política y religiosa alimenta un ambiente de animosidad y desconfianza, dejando a la ciudadanía vulnerable en medio de un conflicto que parece lejos de encontrar una pronta solución.
En medio de la conmoción, la iglesia católica y sus seguidores enfrentan ahora acusaciones graves por parte de un alcalde desesperado por recuperar su influencia perdida. Las críticas hacia los líderes religiosos y el pueblo de Guerra no hacen más que profundizar las heridas de una comunidad que lucha por sanar y reconciliarse después de una noche de violencia inesperada y descontrolada.