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El panorama en San Antonio de Guerra, tras la retirada del alcalde César Rojas, refleja una profunda crisis tanto en lo político como en lo social. La falta de liderazgo ha dejado al pueblo en una situación crítica, con la división interna del Partido Revolucionario Moderno (PRM) agravando aún más los problemas. Se dice que el PRM en Guerra está fragmentado en "diez pedazos", lo que ha generado conflictos internos que dificultan cualquier intento de solución a los problemas de la comunidad.
La contaminación en zonas como el río Brujuela y otros cuerpos de agua sigue sin ser atendida, mientras las empresas privadas operan sin control, afectando la salud y bienestar de los residentes. A esto se suma la insostenible tarifa eléctrica, que está asfixiando a los habitantes, especialmente a los más humildes.
Además, las tensiones sociales son cada vez más evidentes, con la maldición hacia las iglesias cristianas y católicas por parte de las autoridades, generando indignación entre los feligreses. El desorden entre las autoridades locales y la policía ha creado una atmósfera de inseguridad y caos, afectando directamente a la vida diaria de los comunitarios.
San Antonio de Guerra, conocido por ser un pueblo trabajador, está enfrentando una situación difícil que requiere la atención inmediata del gobierno. Se espera que el presidente Luis Abinader, quien ha visitado la zona en varias ocasiones, se enfoque en investigar de manera profunda los problemas que aquejan a este pueblo y encuentre una persona de criterio que le pueda exponer la cruda realidad. Los pobres de Guerra, que han sido abandonados a su suerte, merecen soluciones y un futuro más digno.
