El tableteo interminable de las ráfagas de las carabinas Cristóbal no cesaba. Soldados y policías apostados, el 9 de febrero de 1966, detrás de la verja perimetral del Palacio Nacional, disparaban a indefensos estudiantes que demandaban al Gobierno Provisional del Dr. Héctor García Godoy el reconocimiento de las autoridades universitarias, surgidas del Movimiento Renovador, fraguado al calor de la revolución de abril de 1965, la entrega del presupuesto universitario que por ley le correspondía y la salida inmediata del país de las tropas de ocupación yanquis.
En aquella soleada mañana de febrero, las carabinas eructaban balas infernales. Un tenso humo de pólvora quemada hizo la atmósfera irrespirable.
Acostados, boca abajo, sobre el asfalto caliente de la intersección de las calles Dr.Báez y Moisés García Lluberes, cientos de estudiantes se protegían de las balas asesinas. A pesar del pánico creados por el incesante tableteo de las ametralladoras, estudiantes desde el suelo y en su retirada seguían gritando: ¡Go Home Yanquis! ¡Presupuesto para la UASD! ¡Fuera los yanquis de los planteles!
La masacre duró varios minutos, se detuvo cuando se escuchó la voz, quizás del oficial que ordenó el ¡Fuego! Decir: ¡Alto al Fuego! Pero ya era tarde, los cadáveres de los estudiantes, Antonio Santos Méndez (de medicina), Miguel Tolentino, y Luis Jiménez Mella, más una veintena de heridos se había consumado, entre los que se encontraban: Amelia Ricart Calventi, de 15 años, estudiante de Instituto de Señorita Salomé Ureña, Brunilda Amaral Oviedo (del mismo Instituto) y Antonio –Tony-Pérez. Los tres heridos de gravedad en la médula espinal. De ellos, murió, al mes, en un hospital de Texas, EEUU, Amelia, tras una intervención quirúrgica, Brunilda y Tony sobrevivieron, “teniendo que cambiar sus pies por sillas de ruedas”, siendo ejemplo de heroísmo y dignidad.
La espera que exacerbó los ánimos.
La espera que exacerbó los ánimos.
El salvaje tiroteo se produjo, minutos después que el Secretario General de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED), Amín Abel Hasbún, acompañado de una comisión del gremio pernoctaban en la escalinata frontal que da la intersección citada en espera de que se le permitiera una cita con el Presidente García Godoy. Al prolongarse la aceptación de la cita, bajo el argumento que el mandatario no se encontraba en su despacho, los manifestantes, acalorados y colmados de indignación, agitaban con más furor las banderas Nacional y de la UASD, al unísono vociferaban consignas contra el yanqui invasor. Una bandera de los EEUU fue incendiada, marines de la Fuerza Interamericanas de Paz (FIP) hicieron presencia en las calles adyacentes, la furia fue creciendo entre los estudiantes. El bachiller Romeo Llinás, dirigente de la FED, fue designado por los comisionados para que informara de las gestiones que se hacían para la entrevista con el mandatario. Tan pronto fue visto por la multitud, fue rodeado e invitado a subir a una verja de la casa que hoy ocupa la OISOE; un policía trató de impedir su breve alocución y ahí se armó un tira y jala entre el policía y grupos de estudiantes que protegían a Llinás, fue en este estado de confusión que se escuchó la orden de ¡fuego! dada por un oficial de la Policía.